Contexto general de final del siglo XIX y principios del XX
La vertiginosa aceleración histórica que sufrió Estados Unidos a partir de los inicios del Siglo XX fue de tal magnitud que las bases pictóricas existentes y la publicidad no sirvieron para acompañar o reflejar el contexto de una sociedad creciente y cada vez más industrializada; se hacía impostergable la necesidad de buscar nuevos caminos.
Cuánto más crecía el país más se proyectaba fuera de sus fronteras, y, por ende, más recibía del exterior. Esta circunstancia sacudió al creador(artista/ ilustrador/ publicista), que no sólo se vió empujado por una necesidad vital de automaduración, sino también movilizado constantemente por las tendencias de avanzada europea que lo acuciaban hacia el logro de una plástica acorde con su realidad.
Los rumbos que tomaron para alcanzar esta meta fueron variados: algunos intentaron una reubicación de las corrientes recibidas, mientras que otros creyeron encontrar la verdad con una raíz profundamente nacional aún regional.
Hacia 1900 nada parecía indicar el cambio que pronto comenzaría a gestarse. A mediados del siglo XIX los artistas reflejaban una postura romántica y los publicistas imitaban la gráfica victoriana. No cabían en aquellos años innovaciones estilísticas; hasta el decorativo Art Nouveau fue considerado como “revolucionario y por lo tanto dudoso”.
Pero el hecho es que el arte moderno de los Estados Unidos, por un lado, tiene la necesidad de transformar la habitual representación del mundo visual para acentuar lo emocional y, por otro lado, el esfuerzo de capturarlo en cánones formales donde lo reconocible de los objetos puede desaparecer total o parcialmente.
Entre los años 1908 y 1913 fue le realismo social propuesto por el Grupo de los Ocho el que lentamente ganó con más facilidad la comprensión y aceptación por parte del público y de la crítica.
Estados Unidos se encontraba con un nuevo orden económico, social y político denominado Era Progresista, conducida en un principio por Teodoro Roosevelt que imprimiera un tono distintivo a la política que seguiría el país en la primera parte del Siglo XX. Los cincuenta años que sucedieron a la Guerra de Secesión habían gestado el industrialismo.
El ingreso nacional creció enormemente, igual que los establecimientos industriales y por consiguiente aumentó el capital. Cinco líneas férreas atravesaron el vasto territorio de costa a costa, la población se triplicó, y sitien la producción agrícola apoyada por una pujante tecnología produjo en 1910 millones de dólares, el país se transformó de agrícola en industrial. Estos factores, unidos a una afluencia masiva de inmigración coadyuvaron para que el crecimiento vertiginoso se hiciera más evidente en las ciudades.
Por eso, el Grupo de los Ocho es fiel reflejo de este movimiento progresista y se volcó hacia una mejor comprensión del fenómeno urbano. Proponían una captación objetiva de los temas de la vida en común; según su filosofía, el hombre debía aparecer dentro de su ambiente habitual y el trabajo cotidiano tenía que ser motivo de inspiración. Este país grandiosamente industrializado se abría ente ellos como una veta muy rica en posibilidades. Así optaron por conceder supremacía al ambiente y sus factores materiales.
No eran utópicos reformadores socialistas sino ansiosos comunicadores de impresiones un tanto exaltadas de la experiencia vivida. Escenas de inmigrantes, de balcones con ropa tendida al sol, paseos, carreras de caballos, salas de billar, teatros de barrio, fábricas, talleres, mercados y suburbios eran sus temas favoritos.
En el aspecto publicitario y gráfico se unen los trabajos del realismo social con las olas de nuevas formas propuestas, provenientes de Francia y Gran Bretaña, que unen sus fuerzas para invadir Norteamérica. El hecho principal se produce a través del área editorial con El Bazar de Harper que encarga a Eugene Grasset (uno de los principales exponentes del cartel francés) las cubiertas de su revista. Estas son las primeras apariciones del Art Nouveau en Norteamérica que, podríamos decir fueron literalmente importadas.
Los III Juegos Olímpicos se celebraron en Saint Louis en 1904 y se llevaron a cabo como parte de la Exposición Universal de St.Louis (como era habitual en estos años desde 1851, la muestra de los avances tecnológicos e industriales). Por ello los organizadores distribuyeron las pruebas deportivas durante más de 4 meses. En St. Louis se (capital de Missouri) se concentraba un fuerte comercio del algodón y mantenía una intensa actividad comercial.
Estos juegos fueron desafortunadamente marcados por la segregación racial. El desfile inaugural mostraba las razas supuestamente inferiores que luego compitieron en eventos paralelos sin registro oficial. El varón Coubertin calificó este hecho como “bochornoso”.
Aunque en la última década del siglo la publicidad está suficientemente desarrollada de la mano de una industria y comercio especialmente audaces y emprendedores (como lo revela el establecimiento de agencias publicitarias), lo cierto es que el cartelismo sigue estancado sujeto a las pautas victorianas. No sin dificultades los editores norteamericanos lograron al fin introducir las nuevas tendencias europeas (como se dijo) encargando los primeros trabajos a los cartelistas franceses. Organizaron una gran exposición de carteles “modernos”.
Con respecto a la gráfica utilizada para este evento se reconoce claramente la participación de ilustradores británicos que se asentaron en Estados Unidos de América.
Se crea para este evento una novedosa gráfica con gran cantidad de influencias. Modelos decorativos, restos del diseño victoriano, formas inspiradas en el Movimiento de Artes y Oficio inglés, y también algunas veces se combinan en sus diseños patrones lineales abstractos que describen curvas. El uso de formas ondulantes que caen libremente hacia la zona inferior a modo de cortinados; la elipse central rematada con lazo en forma de latiguillo; el remate de la fecha encerrada también en una elipse tomada por formas orgánicas entrelazadas.
En el uso de la tipografia la influencia es victoriana y de los primeros cartelistas; tipo fantasía romana persiguiendo las figuras geométricas, a las que bordean. Muy fuertes y contundentes, sólo el tipo en mayúscula para enfatizar y reforzar la lectura, típico de los carteles británicos. Evidentemente estamos en presencia una gran conjunción de elementos constitutivos, pues también se deja ver una gran imagen central utilizando la fotografía.
Ya en estos tiempos las impresiones eran realizadas en el sistema de impresión denominado litografia, que fue utilizada en toda la cartelería francesa de fines del Siglo XIX. La Industria publicitaria de los Estados Unidos fue la primera en adoptar el cartel visual, así comenzaron a aparecer rótulos a colores en todos los medios gráficos, libros, revistas, carteles, diarios.
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