Juegos Olímpicos de Berlín 1936



El 13 de mayo de 1931, el Comité Olímpico Internacional, liderado por el Conde Henri Baillet-Latour de Bélgica, escogió a Berlín como sede de XI edición de los Juegos Olímpicos de verano de la era moderna. La elección de Alemania tuvo una carga política considerable debido a que devolvía la celebración de las grandes competiciones deportivas al país tras la Primera Guerra Mundial.



Si bien Barcelona era la gran favorita, diez días antes de que se inaugurase la conferencia en España, el rey Alfonso XIII abandonó el país y se proclamó la República. La inestabilidad política asustó a la organización y, semanas después, Berlín fue elegida sede olímpica.

El 30 de enero de 1933 Adolf Hitler es designado Canciller de Alemania, líder del Partido Nazi, transformando rápidamente la frágil democracia alemana en una dictadura unipartidista. Muchos alemanes tenían la ilusión de que Hitler impusiera orden en una nación asediada por la depresión económica, el descontento social y la inestabilidad política. El tipo de fascismo impulsado por Hitler era una combinación de diversos elementos: nacionalismo extremo, militarismo, racismo y antisemitismo.

Del 28 de febrero de 1933 al 15 de septiembre de 1935 se suspenden las libertades de expresión además de otros derechos fundamentales. Se anuncian leyes raciales y de ciudadanía contra los judíos en el Congreso de Nuremberg.

Esto provocó que muchos países solicitaran el cambio de sede o la renuncia a participar en el evento o tuvieran la intención de boicotear los juegos, éste fue el caso de los Estados Unidos y España. Hitler decidió, entonces, realizar diversas concesiones a los países más críticos para lograr su participación y garantizó al Comité Organizador la protección y el trato correcto para con todos los deportistas, incluidos judíos y negros.




Mientras, Hans von Tschammer und Osten, acérrimo nazi y amigo personal de Hitler, dirigía la Oficina de Deportes del Reich que fomentaba el deporte como parte de su impulso fortalecedor de la "raza aria" con el fin de ejercer el control político sobre los ciudadanos y preparar a los jóvenes alemanes para la guerra. Los atletas "no arios" (judíos y gitanos) eran excluidos sistemáticamente.

El 6 de febrero de 1936 se inauguraron las Olimpíadas de Invierno en Garmisch-Partenkirchen y el 1° de agosto de 1936 las Olimpíadas de Verano de Berlín.
Hitler inauguró los XI Juegos Olímpicos declarando que se producían en el comienzo de una nueva era, mientras la antorcha llegaba al estadio cargada por un legítimo representante de la juventud nazi.



De nada le sirvió a Alemania haberse comprometido en no promover ninguna especie de manifestación racial, ideológica o religiosa durante las pruebas. En la ceremonia de apertura, después del himno alemán, 100 mil personas gritaron "Heil Hitler". Toda la ciudad de Berlín estaba decorada con la esvástica cuando la llama olímpica llegó a la ciudad.

El estadio tenía más de 110 000 espectadores, mientras que en el exterior, un millón de personas se colocó en las calles para ver el desfile de coches que transportaba al Führer y demás dignatarios del régimen invitados a la ceremonia.

Muchas de las delegaciones que entraron en el estadio para la ceremonia inaugural practicaron el saludo nazi al pasar por delante del Jefe del Estado. Las delegaciones estadounidense y británica se encontraron entre las pocas que se abstuvieron de llevarlo a cabo. Por todo el estadio se habían dispuesto cámaras fotográficas que captaban aquellos momentos épicos. Sobre el estadio flotaba el enorme dirigible Hindenburg, sobre el cual estaba suspendida la bandera olímpica. En las calles de Berlín, había banderolas con el símbolo nazi mezclado con la bandera olímpica.



Durante los juegos, Alemania redujo la represión antisemita e intentó mostrar una mejor imagen al mundo. Al mismo tiempo, el gobierno alemán llevó a cabo una campaña diplomática intentando captar la simpatía de dignatarios extranjeros que visitaron el país durante los juegos.

Hitler aprovechó la instancia deportiva para demostrar al mundo la magnificencia del nazismo y encargó un elaborado programa propagandístico al ministro de propaganda Joseph Goebbels quien a su vez encargó la puesta en escena a Albert Speer y la supervisión y filmación a la fotógrafa Leni Riefenstahl cuya extensa película documental Olympia (sobre las Olimpiadas de Berlín) es considerada hasta nuestros días como una obra maestra del cine.



La cobertura mediática de los juegos fue intensísima. El efecto propagandístico de las olimpíadas, dirigido por Goebbels, fue espectacular. El Führer, que mantuvo un perfil bastante bajo quedando como un líder cauto y pacífico, moderado y apacible. Alemania se mostró al mundo como una nación civilizada, poderosa y confiable, empeñada en la concordia.

Más allá de algunas dudas menores, lo cierto es que las olimpíadas de 1936 fueron la excelente vidriera que Hitler y Goebbels habían soñado para su régimen. Con la creación del Ministerio de Propaganda, Alemania estructuró la información de acuerdo a presupuestos tácticos y estratégicos exclusivamente políticos, en una planificada campaña propagandística controlada por el más alto poder ejecutivo del gobierno.



La dominante emocional que Schoeckel y el propio Hitler imponen en sus textos teóricos se concreta en una estética dirigida a concentrar la emoción del mensaje emitido en un reducido y frío muestrario icónico, ambivalente en la medida en que esta suprema y permitaz abstracción permite situar en ella pocas emociones: las de adhesión de sus partidarios o las de rechazo de sus adversarios.

“Toda la campaña gráfico-simbólica del Tercer Reich remite a una superestructura monolítica y todopoderosa al servicio de un decidido adoctrinamiento psicológico” Sostendrá el teórico Eric satué.



La utilización sistemática del símbolo de la cruz gamada y el águila imperial en banderas, estandartes y gigantescas enseñas colgantes en edificios oficiales y militares, evidencia la participación de profesionales en el depurado proceso de estilización y el minucioso y preciso programa de adaptación a los distintos soportes de una “imagen de identidad corporativa” de gran envergadura. Aunque se desconoce el autor o autores ejecutivos de su definitivo diseño y aplicación, ellos, convirtieron a las imágenes de identificación y simbolización del partido nacionalsocialista en la mejor señalización e identidad visual de toda la historia. (Satué).

Asimismo, la imagen de hombres curtidos por el trabajo y entregados al progreso de una nación tanto como mujeres al estilo Rubens, lozanas, rubias e inmaculadas, conforman  una mezcla de realismo y estilización en pos del ideal de la “raza aria”.


Por casi dos meses, el racismo, la intolerancia y el odio parecieron tomarse vacaciones en Alemania. Pero las persecuciones a los judíos recomenzarían tras el fin del los juegos y la economía alemana se encontraba de frente a una inmensa crisis económica, con carencia de bienes de consumo, provocada por el rearme acelerado. Además, la propaganda de las supuestas virtudes atléticas de la raza aria se vio opacada por los triunfos de los atletas negros y el equipo indio de hockey sobre césped.

Igualmente Alemania salió victoriosa de la 11.º edición de las Olimpíadas. El New York Times señalaba que las Olimpíadas habían devuelto a Alemania a "la comunidad mundial" y le habían restituido su "humanidad".

En 1937 Hitler evaluaba el diseño de un estadio en Nüremberg capaz de albergar las Olimpíadas de allí en adelante, proyectando así la supremacía alemana indefinidamente.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario